Nada revela mejor el carácter de un régimen político que sus órganos de inteligencia. En las dictaduras, ellos avasallan a la población y suprimen la oposición. Temibles fueron la GESTAPO, la KGB, las sanguinarias agencias de inteligencia del Cono Sur. Organos  en manos de militares que “hacían patria”, ningún poder civil podía controlarlos.

En Colombia, el DAS ha derivado en aleación de policía política que evoca aquellos experimentos y mafias al servicio del crimen. A fuer de velar por la seguridad del Presidente y del Estado -misión de la Inteligencia en las democracias- en este gobierno el DAS  persigue a dirigentes sindicales, a la oposición, a la prensa y a la Corte Suprema de Justicia; desprecia los derechos y libertades del ciudadano; y se ha convertido en mercado negro de información sin orden judicial para miembros del alto gobierno que la soliciten a título personal, para guerrilleros, narcotraficantes, paramilitares y toda suerte de delincuentes. Cuando no son una y misma cosa, en el DAS cohabitan agentes del paramilitarismo y quienes pusieron la seguridad al servicio de la pasión política. Se corrompió la Inteligencia del Estado. Y se politizó. Como se politizó el ejército en el gobierno de Ospina Pérez, para abrir la tronera de la violencia.

Ante el periódico escándalo de “chuzados” a granel, César Gaviria urge “destapar la mafia criminal que se apoderó del DAS”. Y no se sorprende del giro reaccionario que ha dado la entidad. Qué puede esperarse, dice, si el gobierno considera delincuentes a sus opositores y a sus críticos, si los califica de terroristas y aliados de las FARC. El gobierno ha tratado de delincuentes también a los magistrados de la Corte Suprema que llevan los casos de parapolítica. Siete de los nueve magistrados que acometen esos procesos han sufrido todo tipo de amenazas, atropellos y montajes. Aquellos se declaran espiados por miembros del DAS, en un procedimiento que “no les parece inconsulto”, y configura “un complot que busca entorpecer sus labores”. Conminan al Gobierno a revelar quiénes, desde sus propias filas, ordenan chuzar y con qué oscuros propósitos.

Urge convertir al DAS en una agencia de carácter civil, estratégico, profesional y apolítico que elabore información y análisis enderezados a garantizar la seguridad del Estado y el imperio de la democracia. En abono de esa misión, hay que distribuir el trabajo de inteligencia entre entidades distintas, si bien coordinadas, para evitar la concentración de poder en una sola.  Para prevenir la formación de una policía secreta, es preciso separar la Inteligencia de la policía, y de la investigación criminal. Como agencia civil de inteligencia estratégica, el DAS debe ser independiente de las Fuerzas Militares y de Policía. Delegar en otros las tareas que no sean estrictamente de Inteligencia. Como ésta puede emplearse para bien o para mal pues se basa en el secreto, requiere estricto control democrático y parlamentario. Han de vigilarla el gobierno, la justicia, el congreso, los órganos de control, los partidos, la prensa.

Reforma inaplazable que no se compadece con la paupérrima y descaminada “solución” del Presidente de entregarle a la policía la facultad de chuzar, cuando esa fuerza viene de cometer el mismo delito que hoy pesa sobre el DAS. Más parece un recurso de distracción para no tener que meterle la mano al DAS. Cualquiera se pregunta, entonces, si el caos, la politización y el delito que campean en esta institución son fruto de la indiferencia del Gobierno o si obedecen a una política oficial.

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