Ilusiones o mentiras, lo mismo da. La ruidosa fanfarria del Gobierno para hacernos creer que la inversión extranjera y las exportaciones convertirán a Colombia en potencia económica a la vuelta de la esquina no oculta el nubarrón que se agolpa sobre el horizonte; al contrario, será el sector externo el encargado de arrastrarnos al abismo. Así lo demuestra el economista Mauricio Cabrera en foro de la revista Semana y la universidad Sergio Arboleda sobre perspectivas de la economía colombiana para 2013. Resulta que importamos más de lo que exportamos y los extranjeros que invierten en Colombia se llevan más dinero del que traen, o le arrebatan los compradores colombianos a la industria nacional. De todo ello resulta un nuevo envión de desindustrialización, como asevera la ex ministra Marta Lucía Ramírez. Mientras tanto, la Junta Directiva del Banco de la República exhibe desde su olimpo los laureles del triunfo sobre la inflación. Victoria de pandereta, empotrada sobre el sacrificio del empleo de los colombianos.

Cabrera estima que el sector externo frenará el crecimiento. No sólo porque caigan los precios internacionales de materias primas y alimentos, sino porque las importaciones se han doblado mientras el volumen de exportaciones sigue estacionario. La balanza comercial registraba hace un año un déficit que equivale al 5% del PIB, uno de los mayores del mundo. Y la apertura, ahora potenciada al infinito con los TLC, acentúa la tendencia. Se ha cuadruplicado la inversión extranjera directa, pero las remesas de utilidades al exterior superan ese monto de inversión. En 2011 ingresaron 13 mil millones de dólares y se remesaron 14 mil en utilidades de las empresas foráneas. Los giros de dividendos son mayores que las regalías. Además, aquellas no crean empresas nuevas sino que compran las ya existentes y terminan colonizando el mercado nacional. A lo cual se suma la proporción creciente de productos importados que los colombianos compramos, gracias también a la revaluación del peso. Campeona mundial en revaluación, Colombia acusa este golpe letal sobre su industria y su agricultura.

 Marta Lucía Ramírez advierte sobre la tendencia a la desindustrialización que ya registra el país. Y critica la ausencia de estrategia de desarrollo para el sector, que sería pilar de un crecimiento competitivo. Aboga por crear industrias de nueva generación, como producción de maquinaria y equipos para el sector minero-energético y empujar desde allí el desarrollo en otras industrias. Pero la locomotora de Ciencia y Tecnología no despega y la inversión con destino al aparato productivo es irrisoria. En viraje sorprendente desde su reivindicación de la industria desprotegida, barquilla a la deriva en el proceloso mar del libre comercio mundial, Ramírez no cree que los TLC puedan hoy favorecer las exportaciones de nuestras manufacturas, pues ya otros países coparon los mercados externos. La apertura indiscriminada del mercado, señala en Confidencial Colombia (9, 27), es inconveniente: mientras llenamos los requisitos de Corea para recibir nuestro café pasarán cinco años, durante los cuales nos inundará el socio de productos electrónicos y perderemos lo logrado en autopartes y ensamble de automóviles.

Se sabe que el exceso de importaciones y la apertura que las prohija mantienen baja la inflación pero destruyen el aparato productivo y el empleo del país. Sin locomotora industrial, jamás se revertirá la desindustrialización ni habrá desarrollo. Podrá el Gobierno seguir entonando los cantos de sirena de la década, pero el país tambalea en la cuerda floja. Y se pregunta si insistir en política tan absurda no configura traición a la patria.

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