“Hoy era el día de las niñas, de los jóvenes, de las mujeres, de las familias hechas a pulso, como la suya y la mía […] Bogotá escogió el liderazgo de una mujer, luego de centurias de gobierno de hombres, casas y cunas políticas”. Parte de victoria de la primera mujer elegida Alcalde de la capital, contra el poso de taras y vergüenzas que distinguen nuestro quehacer político. Exaltada al cargo por el voto calificado de jóvenes y ciudadanos asfixiados en aquellas miasmas, Claudia López encabeza esta avanzada de las mujeres. Selección sobresaliente que, si bien con menos puestos esta vez, encarna como nunca la sensibilidad y el arrojo de tantas, invencibles en la tarea de redimir de sus adversidades a la sociedad. Y brilla como oferta reformista, por contraste con la derrota clamorosa de la ultraderecha y su gobierno virtualmente en todas las capitales.

Triunfa Claudia; triunfa Estamos Listas, primera lista de mujeres al Concejo de Medellín que elige con 28.000 votos a la abogada Dora Cecilia Saldarriaga; triunfan Aura Cristancho y Mercedes Tunubalá, las dos primeras alcaldesas indígenas, que van “hilando gobierno para la vida”. Se luce (como  otras de su estirpe) Beatriz Rave, candidata a la Alcaldía de Medellín, por la inteligente reivindicación de la mujer en cada arista de su programa político. Impresiona Diana Osorio, coequipera de Daniel Quintero, por negarse a ser “simplemente la esposa del alcalde que sólo posa y calla”, y reivindica su propia voz de líder para el cambio. El liderazgo de la esposa del alcalde –precisa– es también el liderazgo de todas las mujeres que su alcaldía representa.

Estamos Listas es versión renovada del sufragismo, aventura colosal por el derecho al voto femenino. Ahora se aspira no sólo a elegir, sino a ser elegidas, a controlar el poder y a gobernar. Cansadas de andar en la cola de los partidos, abominan estas mujeres de la politiquería, se preparan para ejercer el poder, montan sede, definen plataforma, programa y candidatas mediante rigurosa democracia interna y copan en campaña la ciudad. Logran en un santiamén 42.000 firmas para inscribir lista, con 30% de hombres, en cumplimiento de la cuota de ley. Es movimiento de mujeres, pero con hombres, minorías de género y de raza. Su origen, un colectivo de abogadas que ejercen contra el feminicidio. Propende al respeto a la vida, a la sostenibilidad ambiental, a la educación en igualdad de género, a la reducción de la violencia contra mujeres y niños, a la redistribución de los trabajos de cuidado entre hombres y mujeres. Como opción política, una revelación. Y una promesa para el país que despierta tras la guerra.

No es ésta la primera batalla triunfal de nuestras mujeres: la saga se remonta a María Cano, a las obreras de la industria naciente en Antioquia. Pero sí es primera vez que una avanzada femenina da marco a aspiraciones ciudadanas represadas en las clases media y popular, para zarandear la política de este país.

Transgresora, valiente, denunció Claudia López la parapolítica y 50 políticos terminaron presos. Hace un año recogió casi 12 millones de votos contra la corrupción y éstos se volcaron ahora en las urnas. Se reconoce ella como fruto de la lucha de generaciones de mujeres hasta encarnar, como mujer humilde y diversa, el segundo cargo más importante del país. A una pregunta sobre el impacto de su victoria responde: “las niñas de hoy ya saben que mañana pueden votar y que, si quieren hacerlo por una mujer, no tendrán techos ni de acero ni de cristal; que no hay límite que no se pueda superar ni sueño que no se pueda cumplir”.

 

 

 

 

 

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