Víctima de su propio invento, se va quedando solo el chavismo. Terminó por prevalecer en Suramérica una versión remozada de Socialismo Siglo XXI, a leguas del modelo confiscatorio y revanchista que se ofreció en Venezuela como alternativa a la hegemonía de élites que gobernaron en su exclusivo beneficio. A leguas del Leviatán bicéfalo en que derivó la esperada revolución bolivariana, mezcla de Nomenklatura estalinista y dictadura tropical. Quebrada por sus gobernantes la economía del vecino país; envilecido allí el ejercicio del poder hasta emular los más odiosos regímenes de fuerza, hoy brillan por contraste viejos socios del omnipresente Chávez, que escogieron otro camino.

Mientras carecen los venezolanos de todos los bienes básicos, Evo Morales  más que duplicó el nivel de vida de los bolivianos y convirtió a su país –antaño el más pobre después de Haití– en el milagro latinoamericano. Bolivia presenta el nivel más bajo de desempleo en la región. En tierra de Maduro se dispara sin escrúpulo sobre los inconformes en las calles, se encarcela o expatria a los líderes de oposición, se arrincona lo que queda de empresa privada. Pero en Bolivia florece una ciudadanía más plena y, no bien reelegido por aplastante mayoría, Morales concierta políticas con la burguesía empresarial que quiso derrocarlo. Mientras Maduro compra con asistencialismo el apoyo popular, hostiliza a las clases media y alta y enriquece al filochavismo corrupto en el poder, Morales gobierna para todos. Sin alienar la divisa de Estado plurinacional que reconoce entidad histórica a todas las etnias y culturas nativas.

Morales debutó en 2005 con la renacionalización de la riqueza minera de Bolivia, que se había convertido en pasto de multinacionales. Renegoció con ellas contratos y regalías, y canalizó los nuevos ingresos por impuestos y exportaciones hacia la economía productiva. Industria, agricultura, transporte, vivienda, artesanía han crecido aceleradamente y, con ellas, el empleo. Desde su originaria radicalidad anticapitalista y anticolonialista, tan apetitosa para el fosilizado izquierdismo de Hugo Chávez, ha evolucionado Evo Morales hacia una opción socialdemócrata que produce el cambio sin decapitaciones.

Como en el Uruguay de Tabaré Vásquez y Mujica, en el Chile de Bachelet, en el Ecuador de Correa y en el Brasil de Rousseff,  ha logrado Morales niveles sustanciales de inclusión y redistribución sin poner en riesgo la estabilidad de la economía. Y, en política, amplió el espectro. Ahora apunta lo mismo a indígenas y trabajadores que a las clases medias y al mundo empresarial. Su Vicepresidente, García Linera, declaró: “Somos un gobierno socialista, de izquierda y dirigido por indígenas. Pero en este proyecto nacional caben todos”. Liberado de discurso y programa paralizantes de la izquierda arcaica, el más fogoso amigo de Chávez ingresa en las ligas del otro Socialismo Siglo XXI. El que ha probado con creces ser alternativa, mientras el chavismo se hunde en sus miserias.

Coda. Discrepo cordialmente del panegírico que el columnista Plinio Apuleyo Mendoza le dedica a la adaptación teatral de la novela Pantaleón y las visitadoras, por Jorge Alí Triana. Lejos de una “hazaña”, este montaje es un desacierto que nuestro director jamás debió permitirse. Con recurso al teatro de vodevil, no se crean aquí personajes y de ninguno de los “actores” puede decirse que interprete “magistralmente” papel alguno. Ni afirmarse, contra toda evidencia, que “Jorge Alí supo conformar un equipo de primer orden, digno del más exigente ámbito teatral”. Apreciación que debería reservarse a montajes de Triana dignos de las mejores salas. Como su insuperable Muerte de un viajante, de Tennessee Williams.

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