La exaltación de Medellín como ciudad más innovadora del mundo dio para todo: fue bálsamo y motivo de orgullo para los antioqueños, pero también permitió exhibir una muestra selectiva de obras públicas que quisieran en su esplendor opacar el mar de fondo, la tragedia de la violencia periférica que reverdece todos los días en la desindustrialización y el narcotráfico. Causa del desempleo, la informalidad y la falta de oportunidades, el desfallecimiento de la economía productiva arrojó a su población más pobre en brazos de don Berna y los Urabeños. Trasladada a las comunas la estrategia del narcotráfico de control militar del territorio en el campo, ésta se resuelve aquí en fronteras invisibles del microtráfico que se pelea el mercado metro a metro y hace un mes segó la vida de dos niños camino de la escuela. Fueron asesinados y descuartizados, probablemente por otros menores sin horizonte pero empoderados de metralleta y organizados en bandas y combos de miles de miembros. Y no es todo. Según Fernando Quijano, de Corpades, 40% de los funcionarios públicos de Medellín colaboran con las mafias del narcotráfico.
Mientras tanto, grita el silencio de los industriales que aún quedan frente al modelo de desindustrialización que César Gaviria introdujo y sus sucesores desarrollaron, hasta alcanzar el clímax con los TLC y la política de revaluación que Santos aplica para matar toda fuente de trabajo productivo. Con revaluación del peso de 35% y subvaluación china del 30%, los productos de ese país nos llegan 65% por debajo del precio internacional en dólares constantes de nuestros productos. Su más reciente víctima, la firma de confecciones Hernando Trujillo. Claro que así no se puede competir. Pero sí se podría protestar y proponer y pelear. Si se pensara un instante en la generación sacrificada de las comunas de Medellín. Mas acaso en esta zaga irreconocible de los hombres que hicieron de Medellín cuna de la industria en Colombia haya demasiados dedicados hoy en su mutismo a labores menos patrióticas pero más jugosas para su bolsillo, tal como aconseja el nuevo modelo económico: a importar en vez de producir, a especular en vez de invertir.
Excepciones hay que se la juegan como flor solitaria en el desierto promoviendo alianza entre ciencia y tecnología, empresa y Estado. Se trata de volcar el conocimiento hacia la creación de empresas capaces de desarrollar productos y servicios de alta calidad, con apoyo del poder público. El Parque del Emprendimiento que preside Patricia Fuel descuella en este modelo tripartito, mediante concierto de la Universidad de Antioquia con la Alcaldía de Medellín. Resultado, 40 nuevas empresas con elevado potencial de crecimiento. Entre ellas, XRol, aplicación de tele-radiología médica; Tecnologías Marte, un sistema para desactivar minas antipersonal; y tecnologías nuevas y más eficientes para materiales de construcción, industria agrícola y alimenticia, cosmética y farmacéutica. De haber locomotora industrial, este tipo de alianza haría una revolución. Pero nuestro destino es otro: producir bananitos y carbón. Será aquella, pues, otra flor sin retoño.
La distinción de marras redime a Medellín del dolor infligido por los ejércitos de Pablo Escobar. Y es reconocimiento a la energía, la creatividad y el espíritu solidario de su gente. Pero mucho va de este orgullo al uso propagandístico del metrocable para deslumbrar turistas con el espectáculo de la pobrecía “rescatada”, mientras sus muchachos se inmolan en la desesperanza. Las obras sociales y de infraestructura en las comunas no conjuraron la pobreza y la violencia. Les faltó carne. También el premio pareció reparar apenas en la epidermis de una musculatura atrofiada.