Pese a la avaricia con que el Estado Central deshonra a la ciencia en Colombia, Medellín ostenta un prolongado recorrido de investigación que en más de un campo le ha merecido reconocimiento mundial. Ha sido esta ciudad pionera en trasplante de órganos; liderada por Francisco Lopera, en neurociencia para buscar la cura del Alzheimer; en investigación biológica proyectada a salud, biodiversidad y ciencias agrícolas, con las tecnologías más desarrolladas. No sorprende, pues, que sea ésta la única capital del país en otorgar premio oficial a estudiantes universitarios y profesores destacados en investigación. Y a una vida de entrega al conocimiento y la innovación que, tras once años consecutivos, recayó esta vez en la médica María Patricia Arbeláez. A fuer de estímulo adicional, el Gobierno de Medellín y la Academia Colombiana de Ciencias crearon la agencia Sapiencia, con impacto sobre el modelo pedagógico en la escuela y presupuesto de $85 mil millones para 2017.

Exalta la doctora Arbeláez la investigación como núcleo de excelencia en la academia, y la creación de semilleros de investigación en la Universidad de Antioquia. 105 a la fecha. Subraya la dimensión interdisciplinaria de la investigación, que termina por salvar fronteras entre biología molecular, epidemiología, antropología y economía; “tal como lo demanda la complejidad de los problemas que nos aquejan como sociedad y que permiten proyectar nuestros hallazgos a la comunidad internacional”. Para el desarrollo, agrega, es imprescindible el conocimiento. Y éste –se sabe– demanda recursos que Colciencias mezquina y el investigador Darío Valencia entiende como deriva de un Estado sin políticas de promoción de la ciencia o de estímulo a la inclinación científica en la educación. Mientras Corea del Sur invertía en 2013 el 4,1% del PIB en investigación, no pasa Colombia del 0,2%. El país asiático presentaba en los años sesenta el mismo nivel de desarrollo de Colombia. Aquel es hoy una potencia económica y Colombia sigue detenida en el subdesarrollo.

Nuestra Corporación para Investigaciones Biológicas (CIB), verbigracia, trabaja en la frontera del conocimiento y al borde del precipicio financiero, escribe Moisés Wasserman. Por falta de financiamiento de Colciencias, como todos los centros de su especie en el país, vive mirando al abismo. En los dos últimos años, los recursos girados a la CIB se desplomaron de $4.000 millones a $600. Estocada de muerte contra la institución que en 46 años ha formado centenares de investigadores comprometidos con la divisa de poner la ciencia al servicio de la vida. A la cabeza de este centro de excelencia en el mundo en microbiología médica estuvo siempre Ángela Restrepo, miembro de la Misión de Sabios en 1994. El salvavidas vino, por milagro y casi todo, de universidades y empresas particulares.

Ya se recordaba en este espacio que el Hospital San Vicente de Paul, patrimonio moral y científico de los antioqueños y de Colombia, pionero en trasplante de órganos en América Latina, se vio el año pasado al borde del cierre. Le burlaban sus deudas las EPS, y el Gobierno, ni las obligaba a pagar ni giraba él mismo lo debido. Hace 53 años practicó este Hospital el primer implante de mano. El mundo registró la hazaña con asombro, y las que le siguieron. Hitos en la historia de la medicina. Colciencias asfixia a la CIB, como el Ministerio de Salud, a cientos de hospitales en el país.

Aplausos a la apuesta de Medellín por la ciencia. Ojalá se replicara su ejemplo en otras ciudades. Y se unificara el reclamo airado de todas al Gobierno para que financie a derechas actividades que son opción de vida para la paz. Feliz Navidad a mis pacientes lectores, y hasta la vista en enero.

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