Una virtud ostenta la reforma tributaria del ministro Cárdenas: desnuda sin pudor el modelo económico que la inspira, el paradigma que no crea empleo y dispara las desigualdades. Y lo acentúa. En su grosera predilección por los ricos, la propuesta busca empero vestir de oveja al lobo, barnizarlo de rosadito. Dizque persigue trabajo y equidad y, ahora, combatir la enfermedad holandesa; pero porfía en el principio económico que ha sublevado a Europa entera.
Primero, la argucia impiadosa, refutada por los hechos, de que a más gabelas para los empresarios, más invierten ellos y más gente ocupan. No. Las empresas sólo se expanden cuando las ventas crecen o cuando surgen nuevas oportunidades de inversión. Pero a la proverbial glotonería de tanto empresario que se embolsilla los “estímulos” tributarios, de tanto Nule que le roba millonadas al Estado, se suman los ímpetus de un modelo de apertura comercial que ha feriado la industrialización. La competencia de productos extranjeros al amparo del TLC devora a las pequeñas empresas y estanca a las grandes o las hiere de muerte. Los industriales cierran sus fábricas y deciden atender a la clientela con productos importados. La Andi no es ya de industriales sino una Asociación Nacional de Importadores.
Segundo distractor, la enfermedad holandesa, venérea temible que produce impotencia en la industria y esterilidad en la agricultura. Víctima de apertura a la brava, no sufriría el país la dolencia si desde César Gaviria no se lo hubiera expuesto a un torrente de importaciones, a la persistente revaluación del peso (que las abarata) y a la caída de las exportaciones, que ya resultan demasiado onerosas. Éstas se han desplomado, pues las exportaciones de petróleo, carbón y níquel que tanto enorgullecen al Gobierno, no son tales, porque no reintegran divisas: son salidas de capital en especie. Según el Gobierno, con el recorte a parafiscales neutralizarán las empresas la revaluación. ¿Fantasía? ¿Demagogia? Si, como explica Mauricio Cabrera, el aumento de los costos laborales debidos a la revaluación va en 180% en la última década, ¿qué podrá sobre la enfermedad holandesa este alivio del 10%?
Con apertura indiscriminada y con enfermedad holandesa, no es raro que en el último año la cuarta parte de los sectores industriales acusen recesión, como lo denuncia Martha Lucía Ramírez, directora de la Coalición para la Industria. Entre 1975 y 2008, el empleo industrial se redujo a la mitad. En 2006, un exportador de bluyines que producía 120 mil unidades al día hoy confecciona 35 mil. El modelo reúne, pues, importaciones a granel financiadas con dineros del narcotráfico, con capitales golondrina o con deuda externa que el Gobierno asume; desindustrialización; revaluación; apertura radical con el TLC, y exportaciones en caída. Modelo para la pobreza y la inequidad: ni da trabajo, ni redistribuye ni desarrolla.
En la religión de la confianza inversionista y de que los poderosos, si ricos dadivosos, la reforma de Cárdenas es tributaria de este modelo de perdición: reduce impuestos de 33 a 12.5% a los capitales especulativos que llegan, comen y se van con las alforjas llenas. El año pasado los ricos dejaron de pagarle al fisco 27 billones. Ahora los empresarios se ganarán también 18.6 billones por cuanto dejen de cotizar a salud, Sena, Icbf y renta. El impuesto sobre utilidades sólo recupera 5 billones de ese monto. ¿Cómo construir paz bajo este modelo anti-empleo, depredador, montado sobre la injusticia y el atraso, que halaga a los empresarios pero no los engancha en un proyecto honorable de país? ¿No es hora de renegociar el TLC y lanzar una estrategia de industrialización?