Signos contradictorios confunden todos los días los sentimientos de los colombianos. Oscar Tulio Lizcano escapa de las Farc con ayuda de la presión del ejército sobre sus captores, y el país entra en júbilo. Pero también se avergüenza al comprobar que el DAS, órgano de inteligencia del Estado, deriva en policía política del gobierno para perseguir a la oposición desde la sombra. Indigna ver a los corteros de caña humillados por un sistema laboral heredado de enclaves coloniales en república bananera. Y, sinembargo, las consultas internas del Polo, el Partido Conservador y el de la U para escoger dirigentes y candidatos anuncian el renacer de los partidos, una luz al final del túnel. Mas, a la vez, descorazona la pobreza de sus contrapropuestas al modelo de economía que nos rige, exótica reminiscencia del paradigma que naufragó en Wall Street, y causa gorda de nuestras desgracias.

¿Cómo no mirar al lado, verbigracia, hacia el Brasil? Con Rusia, China, India y Suráfrica, configura nuestro vecino el bloque de países llamado a dominar en el mundo dentro de 20 años. Brasil mantuvo siempre el modelo de industrialización de la Cepal y enfrentó con realismo los desafíos de la globalización, para insertarse en el mundo sin empeñar su soberanía. Hoy es la novena potencia del planeta. Controló la inflación, pagó la deuda, rompió amarras con el FMI, logró la autosuficiencia energética y, sólo en el gobierno de Lula, ha creado cerca de 8 millones de empleos en el sector formal.

A más de mantener el equilibrio de la economía, Lula fortaleció la función reguladora del Estado y su capacidad para promover la producción, el empleo y la inversión en los sectores productivos. Pero ha sabido medir su papel de empresario y flexibilizar el proteccionismo mientras combate la exclusión social. En suma, es su modelo el del Estado planificador y promotor del desarrollo con inclusión social, que se da sólidos fundamentos fiscales y monetarios. Para alinear a empresarios y trabajadores hacia el impulso de la competitividad, el partido del Presidente se alió con el centro. Parámetro no negociable del acuerdo es un programa económico edificado sobre la lucha contra la exclusión, la pobreza y la desigualdad. Sobre el desarrollo basado en crecimiento con redistribución del ingreso.

Iniciativa del Brasil, Unasur acaba de debutar como alternativa a la anquilosada OEA, neutralizando la guerra civil que amenazaba a Bolivia. Tal vez ninguna opción de integración en el subcontinente había augurado tanto. Unasur promete transitar de una planeación integral del territorio hacia una planificación suramericana del desarrollo. Con ella puede reverdecer la integración regional que la Cepal propuso en su hora, para reducir la dependencia abriéndole mercados amplios a la industrialización, puntal del desarrollo.

Pasan cosas en América Latina. Pueda ser que la democratización de los partidos se acompañe de verdaderas propuestas de desarrollo. A ver si un día dejamos de navegar entre la renacida ferocidad del paramilitarismo, la criminal estupidez de las Farc y la chifladura de bogotanos que empiezan a comprar en las calles la figurita del Presidente Uribe para darle en su pesebre de navidad el lugar que ocupaba el Niño Dios. Pobre Colombia, tan zarandeada en esta bipolaridad de chiste cruel, entre la tragedia y el ridículo.

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