“La orden era matarlo sin hacer ruido. Le corté la yugular. No más”. Después el comandante le entregó una pala para que ella misma hiciera el hueco y lo enterrara. “Lo hice para demostrar que era capaz de matar”. Eran amigos. Ella, guerrillera iniciática de las Farc, tenía 17 años; él, 24. Era Karina. (Tomado de Maria Paula Ortiz, revista Don Juan). Terror de Caldas y Antioquia como comandante del Frente 47, la sola evocación de su paso por la guerra sobrecoge. Y muchos se indignan todavía de que el entonces presidente Uribe la nombrara gestora de paz en 2009. Como tantos otros repelen hoy la presencia del desalmado ‘Romaña’ en La Habana. Fue él artífice de los secuestros en masa que nutrieron la cifra escandalosa de los 24.482 perpetrados por las guerrillas en 40 años. Para el uribismo el hecho es bofetada a la sociedad y a su Ejército. Pero acaso lo que resiente es que la presencia de los comandantes militares de las Farc en la mesa prueba su unidad por la paz y acusa el abordaje decisivo del proceso. Si bien Uribe y Santos comparten disposición a conversar con actores de esta guerra degradada, no son simétricas las circunstancias. El proceso de hoy se da todas las formalidades y avanza con escrutinio de la comunidad internacional. La cooptación de Karina, en cambio, parece acto antojadizo, al azar, sólo para inducir deserciones en las Farc, pues no cuajaba el proceso formal de paz que Uribe perseguía. Y, mientras tanto, se estrechaba la vieja alianza del Estado con el paramilitarismo.
Los prontuarios de ‘Romaña’ y ‘Karina’ ofenden. Contra el sucesor de ‘Jojoy’ obran 70 expedientes por asesinato, secuestro, terrorismo, narcotráfico y presunta conexión con el cartel de Sinaloa. En 2002 ordenó ejecutar a los ancianos secuestrados Carmenza y Gerardo Angulo, porque la pareja no podía ya caminar por el monte. Por su parte, entre asesinatos, secuestros, desapariciones y desplazamientos forzados, ‘Karina’ reconoció 218 delitos. Se le acusa de asesinar por mano propia a camioneros en la vía Bogotá-Medellín; de ejecutar masacres en La Chinita, Churidó, Los Cunas y Carepa. Ordenó fusilar por la espalda al agrónomo Fidel Jaramillo cuando el joven supervisaba créditos del Banco Agrario entre campesinos. Era el hijo de Jaime Jaramillo Panesso, Comisionado Nacional de Reparación. En incursión de su guerrilla a Caldas, hizo quemar viva a una mujer, sólo por ser la esposa de un policía. Un juez la condenó a 33 años de prisión, pero gracias a la ley de Justicia y Paz, la pena se redujo a 8.
Tampoco exhibe Uribe suficiente rigor hacia otros actores del conflicto. El General Rito Alejo del Rio, brazo auxiliar del jefe paramilitar Carlos Castaño en Urabá, recibió todo su amparo y sus afectos. Aunque en informe de 1988 el Departamento de Estado de EEUU informó que generales como Del Río “tienen vínculos con paramilitares”. Pero Uribe le rindió homenaje que hizo historia, con asistencia de 1.500 prohombres de la política y los negocios. Exaltó al “pacificador de Urabá (…) ejemplo para los policías y soldados de Colombia”.
Ya los esfuerzos de Uribe por dialogar con Farc y Eln contradicen su publicitada repugnancia a tratar con “terroristas”. Ahora, el tenebroso rasero que hermana a ‘Karina’ –favorecida de Uribe– con ‘Romaña’ –negociador en el proceso que Santos apadrina, cuestiona los escrúpulos del senador hacia esta iniciativa de paz. Entonces, ¿a qué precipitar negros vaticinios sobre asuntos no tratados aún, o mentir sobre lo acordado? ¿Teme Uribe una reforma liberal del campo? ¿Teme que un horizonte de conflicto sin armas cambie la ecuación de la política en detrimento de la extrema derecha y del sector militar que ha deshonrado el uniforme tanto como ‘Romaña’ y ‘Karina’?