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≡ Columnas sobre MODELO ECONÓMICO

¿Lobo con piel de oveja?

Ha crecido la economía, sí, mas no el empleo. Se ha multiplicado el beneficio de los conglomerados que concentran el poder económico, controlan los mercados y mandan en las políticas de Estado. Crecimiento habrá pero no redistribución. Ni desarrollo. Es reactivación para los bancos y negocios de los sarmiento-angulos, los mismos que acapararon casi todas las ayudas por pandemia de este Gobierno, mientras sufría, y sufre, la plétora de pequeñas empresas que generan el 87% del empleo. (…) Es que las tarifas efectivas de tributación que los grandes conglomerados pagan son irrisorias: mientras la de un minimercado es 7,2%, la del sector financiero es 1,5%. La desigualdad clama al cielo: el ingreso medio que el uno por mil más rico declara es 1.300 veces el de un declarante que está en la menor escala; y su patrimonio representa 3.700 veces más.

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Duque: aversión al capitalismo democrático

En el Occidente desarrollado instauró la socialdemocracia el sistema público de salud, educación y pensiones, elevó el nivel de vida de la población, limó desigualdades y alcanzó el pleno empleo. ¿Cómo lo logró? Fomentando la economía productiva y mediante el impuesto progresivo que por décadas rondó el 80% a los más ricos en Inglaterra y Estados Unidos. La fiscalidad al servicio del bienestar se tradujo en prosperidad general. En cambio hoy Warren Buffet, el archimillonario, paga en proporción 0,003% de impuestos sobre sus haberes. ¿Cuánto le hace pagar Duque a Sarmiento por los suyos y por tantas gracias recibidas en la pandemia? ¿Cuánto más protegerá el negocio sucio de las EPS en salud y de los fondos privados de pensiones?

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El poder ilegítimo

Para el profesor Alberto Valencia, hoy estamos pagando el inmenso costo social de haber enfrentado a los grupos ilegales con medios ilegales: la deslegitimación del Estado. Duque profundizaría la crisis política e institucional que la alimentaba y agudizaría la polarización en torno a los Acuerdos de Paz, ya desafiados por la decisión de terceros y de agentes del Estado de eludir sus responsabilidades en el conflicto. Sin bandera de Gobierno –ni guerra contrainsurgente ni paz– desechó Duque la lucha anticorrupción que Claudia López le ofreció. En sus desencuentros con la sociedad, no captó Duque el cambio en la política que la paz traía. Insistió en crear miedo a unas Farc inexistentes ya y, en el empeño de salvar el pellejo de su mentor, atacó a la JEP; pero perdió la batalla. “En vez de sintonizarse con el país, escribirá Valencia, lo hizo con Uribe”. Terminado el conflicto, recobró su importancia el problema social; pero Duque tampoco lo vio, e insistió en el de seguridad, cuando la gente pedía comida, empleo e igualdad. Golpe final a la legitimidad del Estado será la cooptación de los órganos de control por este Gobierno.
He aquí el trasfondo de un Gobierno arbitrario, brutal en su estentórea debilidad. Este de Duque evoca autocracias que, a falta de legitimidad, se imponen por la fuerza bruta. Ignoran que el poder de la bayoneta, por sí solo, no es poder. No en la democracia.

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