El partido revelación, que en los comicios del 2010 le plantó cara a la política tradicional y es hoy eje de una coalición de centro capaz de ganar la presidencia, parece chapotear en el pantano del personalismo, en maniobras de política menuda. Como doblegado por una rebatiña de aspirantes a candidato de ese partido, entre figuras que necesitarían más de un hervor para competir con éxito por el solio de Bolívar, pierden los Verdes la iniciativa política que otros copan. No presentan una avanzada contestataria a la medida de su identidad política y de su historia como alternativa de poder. Ni contrapropuestas proporcionales al azote de un Gobierno tan agresivamente abusivo y proclive a la violencia que evoca el experimento fascista de Laureano Gómez. El oro y la escoria de aquel Torquemada se resuelven aquí en una camarilla de aparecidos que gobiernan con los pies, y mayorías maniatadas que sufren sus embates.

Escrito en piedra, el programa verde (audaz reformismo en economía abierta y Estado social) corre el riesgo de volverse piedra: letra inerte por falta de uso en respuesta al momento más aciago de Colombia. ¿Perderá esta organización la oportunidad de abanderar el cambio que se impone, o la verá escurrírsele por entre los dedos, como se le escurrieron los casi 12 millones de votos que cosechó contra la corrupción?

En brillante estudio sobre este partido, sostiene Juan Pablo Castro que, más que por la ideología, los Verdes se dieron identidad por ofrecerse como la nueva forma de hacer política, por el no-todo-vale. Valoran ellos las formas, las reglas del juego, el respeto por la democracia y la Constitución. Alrededor de tres ejes temáticos gira el programa del Partido Verde: educación; medio ambiente; descentralización política, administrativa y económica. En ellos se anclan la lucha por la paz, por la equidad y los derechos sociales; y contra la corrupción. Reivindicaba Antanas Mockus educación universal y de buena calidad para la vida laboral y la vida en sociedad; para eliminar desigualdades entre personas y entre regiones; educación que promueva la creatividad, la innovación y la productividad. Rica cantera para edificar otro país. Temible para la derecha, porque es viable. Y obligante para los Verdes: una advertencia para que no resbalen en la politiquería.

No en vano fue éste el primer gran partido de centro que surgió en respuesta a la crisis de los partidos tradicionales. Víctimas, primero, del Frente Nacional, que mató, por fusión en uno, su personalidad ideológica y programática. Y después, de cruzada moralizante contra el clientelismo, que no erradicó el vicio, pero sí atomizó a los partidos, golpeó gratuitamente a sindicatos y organizaciones populares y desactivó en gran medida a la sociedad civil. En la debacle, terminaron liberales y conservadores por exhibir su radical irrelevancia como voceros de la sociedad. Si el Polo se ofreció como alternativa de izquierda legal, los Verdes aglutinaron masas urbanas de centro izquierda mayormente entre las clases medias. Hace 10 años, pasó a segunda vuelta su candidato presidencial y sacó más votos que el Partido Conservador.

Para el analista Castro, los Verdes son partido consolidado como alternativa de centro a la política tradicional; representa una vigorosa contrapartida al statu quo. Diríase que, integrado en la Coalición de la Esperanza, porfiará en la búsqueda del capitalismo social, núcleo de su estrategia de desarrollo, debutando con la defensa del derecho de los colombianos a una vida digna, como precondición de la reactivación económica. Mas, para merecer tan señalada misión, tendría que empezar por el abecé: preservar su forma de hacer política frenando todo resbalón en el pantano de la politiquería.  Infructuosa será la oposición que se ejerza desde allí contra esta autocracia corrupta.

 

Comparte esta información:
Share
Share