Liberalismo cavernario

Dos hechos notables abren por estos días nuevas válvulas de escape a la inconformidad que hierve contra los abusos del neoliberalismo. Primero, contra el leviatán de la derecha tradicional y la alegre minoría que acapara la riqueza, una muchacha socialdemócrata gana en Estados Unidos la candidatura al Senado por Nueva York. Segundo, la revista The Economist, puntal del debate desde la orilla liberal, se declara en rebeldía contra el “patriciado” autocomplaciente que, a fuer de libre mercado, enterró la idea liberal: en manifiesto del 15 de septiembre invita a reinventar el liberalismo.

Mientras tanto, media Colombia se ha pronunciado contra los partidos a cuya vera medraron la corrupción y los excesos del paradigma de mercado. Aunque sin formal contrapropuesta aun, una treintena de dirigentes liberales renuncia al partido que César Gaviria preside. Mentor del modelo que quebró el campo y la escasa industria alcanzada, y entregó los bienes del Estado a cuanto caballero de industria se vistió de santo, Gaviria es hoy aliado vergonzante del Gobierno que extrema el modelo de marras. Por los síntomas de allá y de acá, ¿podrá decirse que se gesta desplazamiento del péndulo hacia un capitalismo social?

Con el arrojo de sus 28 años, brillante intérprete del “socialismo” de Bernie Sanders que apunta a la socialdemocracia noruega, Alexandria Ocasio-Cortez propone otro orden de prioridades: una democracia que conjure la pobreza, restaure la protección social en salud y educación para todos, y salve el planeta del calentamiento global. Tiembla de ira Bush. Tiemblan los republicanos, tiembla la derecha demócrata. Es que Sanders llegó hasta el umbral de la Casa Blanca. Y su discípula, ¿por qué no un día ella también?

La revista inglesa señala, por su parte, que el mundo moderno se vuelve contra el liberalismo que lo creó: una rebelión popular se cocina contra esta élite liberal codiciosa, olvidada de los demás. Reafirma su profesión de fe liberal, pero insta a volver por los fueros del reformismo perdido. A sacudirse el monopolio de las grandes corporaciones. A diferencia del optimismo de un Fukuyama que a la caída del muro de Berlín proclamó el fin de la historia y la paradisíaca eternidad de la economía liberal, The Economist declara que fue precisamente en ese momento cuando el liberalismo perdió de vista sus valores esenciales, su vocación por el cambio gradual y desde la base.

Entre los anhelos de libertad e igualdad que catapultaron la Revolución Francesa oscila la democracia liberal. Del énfasis que se ponga en uno u otro principio, podrá el péndulo de la historia oscilar entre un capitalismo agreste y una fórmula social-democrática. Va una simplificación que el lector sabrá excusar: por su acento en el valor de la libertad económica, el siglo XIX fue el reino del capitalismo salvaje. Nadie como Dickens dibujó aquella afrentosa realidad. A sus crueldades y a la amenaza de revolución social respondió el liberalismo a principios del siglo XX con una transacción entre capitalismo y socialismo y, poniendo ahora el acento en el valor de la igualdad, se instauró el Estado social, llamado de Bienestar desde la segunda posguerra. En los años 80, tras medio siglo de prosperidad y pleno empleo en Europa y Estados unidos, vino la contraofensiva de las grandes corporaciones: con la denominación de neoliberalismo, se involucionó al laissez-faire del siglo XIX.

Y, henos aquí, a las puertas de un viraje que restaure el valor de la igualdad. En Ocasio-Cortez, en The Economist, en múltiples manifestaciones del estilo se tiende a retomar, con beneficio de inventario, valores y estrategias del Estado de Bienestar. Aunque Fernando Londoño, el intelectual del partido de Gobierno en Colombia, lo tenga por “una idiotez costosísima”. Claro, lo suyo es el liberalismo cavernario.

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Familia: el modelo Ordóñez-Uribe-Viviane

Tras el sello de conservadurismo y arbitrariedad que va apareciendo conforme toma Duque las riendas del Gobierno, se agazapa la propuesta de crear un ministerio que proteja la “moral” de la familia, su “armonía” y “funcionalidad”. Consiste el diseño burocrático en integrar programas y recursos en torno a un súper ente de política social, cuya validez podrá discutirse. Pero da pánico el puerto ideológico a donde quieren llevarlo. El tal ministerio podrá convertirse en edén de la familia nuclear (padre-madre-hijos) que el fundamentalismo religioso glorifica; pero también en látigo de todos los demás modelos de familia que hay en Colombia. El 70% de nuestros hogares sería estigmatizado por la alianza lefebvrista-católica-evangélica, hoy de vuelta en el poder.

En el proyecto del senador conservador Juan Carlos Wills, reconocido opositor al matrimonio igualitario, la nueva cartera podrá presentar programas de formación ética y moral, crear centros de rehabilitación espiritual, Informar y formar en “valores universales, principios éticos y morales”. Formulará denuncias penales en defensa de la familia, los niños y los jóvenes. ¿Profilaxis de santa inquisición?

Tras derrotar un acuerdo de paz agitando el artificio de la ideología de género, en Dios unida, la liga Ordóñez-Uribe-Viviane no desdeñará este bocatto di cardinale. Querrá imponer a golpes de biblia, como opción única posible, el sagrario de la familia patriarcal. Con su sistema de poder inapelable y su crueldad. Toda otra modalidad de familia (la extensa, la compuesta, la monoparental, la homoparental), fruto de la historia y de la diversidad cultural, será maldecida del Señor por mano inmaculada de un líder subjudice, de un procurador suspendido por corrupto, de una creyente que imita la marcha rutilante de la jerarquía católica hacia el Estado confesional: para convertir el Estado laico en instrumento inquisitorial de algún dogma. Todo, con la venia del Primer Mandatario y la bendición de su presidente eterno, en virtud de acuerdo programático suscrito con Justa Libres para ganar la elección.

Diverso y cambiante es el universo de la familia en Colombia. Cuadro heterogéneo, complejo, como complejas son las circunstancias que rodean la formación de cada tipo de familia y sus funciones. Revela la Encuesta Nacional de Demografía y Salud 2015 que a partir de los años 60 se dispara el número de parejas sin hijos y el de los hogares sin núcleo conyugal; las familias en cabeza de mujer alcanzan en zonas urbanas el 39,6%. También aumentan los acuerdos de convivencia que no incluyen parentesco y las familias homoparentales. Menos de la tercera parte de las familias colombianas son hoy de tipo nuclear. Y las formadas por parejas sin hijos son el 9,8%. La familia extensa representa el 22,6%.

Ya el Consejo de Estado honraba esta realidad. En fallo de julio 2013 decía: “La familia podrá estar constituida por un padre y una hija, o por una madre soltera con su primogénito, o por la tradicional decisión libre y voluntaria entre un hombre y una mujer de hacer vida conyugal, o por la (misma) entre dos personas del mismo sexo que se profesan amor…”. A leguas de la realidad tangible, se corona Uribe campeón de la familia tradicional. Si de adopción se trata, Viviane Morales sólo le reconoce “idoneidad social, moral y física” a la familia formada por papá, mamá e hijos. Y Torquemada Ordóñez porfiará en su sino de “restaurar el país en perspectiva de valores y familia”.

Va una fantasía: ¿Y si a Duque se le ocurriera enterrar tal adefesio de ministerio y creara en su lugar el ministerio de la Mujer? Haría justicia con mares de víctimas de discriminación y violencia en el país campeón del feminicidio en América. Y daría un paso de gigante hacia el cambio social que Colombia anhela.

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Hidroituango: ¿quién responde?

A siete billones de pesos ascienden por ahora los costos del desastre de Ituango. Y ya muestra sus fauces el secular patrón del abuso que en contratación público-privada socializa las pérdidas y capitaliza en la faltriquera del negociante de turno las ganancias. EPM propone descargar la billonaria pérdida en la ciudadanía, feriando empresas que a ésta le pertenecen. Y pone en riesgo la inversión social de Medellín, que se nutre mayormente de EPM. Pero el gobernador Luis Pérez echa mano de concluyente informe de la Contraloría según el cual EPM tomó decisiones sin sustento técnico suficiente, para notificar que la autoridad departamental no responderá por los errores técnicos del consorcio constructor. Si la contingencia, dice Pérez, no se presentó por fallas geológicas sino por errores en la construcción, entonces son los contratistas quienes deben responder: Camargo Correa, Conconcreto y Coninsa. Con más veras, se dirá, si median dudas sobre la pulcritud del contrato que enganchó a la firma brasileña.

Mas, para ganar liquidez en la emergencia, lejos de apretar a los responsables, EPM venderá su participación en ISA, en las chilenas Aguas de Antofagasta y Cururos. El retraso en las obras de Hidroituango engloba lucro cesante de $4 billones (dinero que en tres años no recibirá por suministro de energía), $2 billones para concluir la obra y $1 billón por contingencia de las comunidades afectadas. Globo optimista, pues sólo dentro de cuatro meses se conocerá el grado de destrucción producido en la sala de máquinas, corazón de la obra.
Según la Contraloría, el taponamiento de los túneles diseñados para regular el cauce obedeció más a criterios económicos (de ahorro) que técnicos. “En su reemplazo, EPM construyó el túnel que al colapsar generó la falla del sistema (…) EPM perdió el control hidráulico del proyecto y el plan de contingencia no tenía previsto el riesgo catastrófico ocurrido”. Además, ocultó información e incumplió sistemáticamente las obligaciones que la autoridad ambiental le imponía. De palabra, que no de obra, pues nunca se impuso ésta sobre el negligente. Para el contralor Maya, los daños sociales y ambientales causados son incalculables. El ente de control registró 35 hallazgos disciplinarios y penales, hoy en manos de la Procuraduría y la Fiscalía.

Grave. Asegura la Fiscalía tener evidencia seria de pagos irregulares en la contratación de Hidroituango. El Espectador (2, 28, 17) informa que el alcalde Federico Gutiérrez denunció en esa fecha irregularidades en la contratación de EPM con Camargo Correa, y la fiscalía le abrió a la firma investigación preliminar, previa inspección judicial a las oficinas de EPM en Medellín. La concejal del Centro Democrático Maria Paulina Aguinaga había denunciado las irregularidades en la contratación que hoy ocupan la atención de la Fiscalía; sus cuantiosas adiciones y modificaciones a los contratos. Y El País de España revelaba que el grupo brasileño había pagado sobornos a altos funcionarios de Latinoamérica por valor de 788 millones de dólares. A la manera de Odebrecht. ¿A más de incompetente corrupto?

Concejales de Medellín apoyarían la venta de acciones de EPM en ISA; pero piden a los órganos de control que, amortiguada la emergencia, señalen a los responsables del desastre. De fracasar el proyecto, las pérdidas serían de $9 billones y sumirían en crisis las finanzas de la ciudad. El exviceministro Daniel Quintero remata: si en lugar de los contratistas brasileros asume EPM esos costos, cada familia de Medellín perdería $20 millones. Y se confirmaría el negro sino: con complicidad del primer necio que pasa por gerente, cualquier angurriento sin escrúpulos podrá embolsillarse la empresa más querida de los antioqueños.

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Duque, entre dos aguas

Cuando a sólo tres semanas de gobierno se le escurre la opinión entre los dedos, en el imperativo de empezar por fin a ejercer para prevenir un hundimiento prematuro, el presidente Duque calibra fidelidades y rupturas con el hombre que lo elevó al poder. Y nada entre dos aguas. Entre la cooptación del resonante mandato anticorrupción que Uribe quiso boicotear, e inesperadas concesiones a la paz, por un lado; y por el otro, reeditar la política fiscal que el expresidente había aplicado fríamente mediante el mismo Carrasquilla: bajar más impuestos al capital y subírselos al trabajo.

Una seguidilla de retractaciones y reveces políticos de Uribe y, sobre todo, la inminencia de un juicio penal contra el caudillo que así desnuda sus flaquezas perjudican al pupilo. La desilusión con el superhombre que desdice de su renuncia al Senado, de la recusación a sus jueces, de su originario aval a  la consulta contra la corrupción; que se hace derrotar en ella y en la elección del contralor, se proyecta sobre su protegido. Pero Duque parece revertir el daño en causa propia, convirtiéndose en líder de un pacto contra la corrupción –de hondas repercusiones, si prospera- que reúne en Palacio el abanico entero de la política, desde Timochenko hasta Paloma. En tácita refrendación del Acuerdo de Paz, le da el Presidente al exguerrillero bienvenida a la democracia y éste agradece la mano tendida a la reconciliación. Quién dijo miedo. Un alud de trinos se precipitó desde el uribismo contra Duque por sentarse a manteles con el  “criminal”.

Mas el Presidente había ya moderado sus “ajustes” al Acuerdo de Paz, hasta volverlos inocuos para las Farc y efectivos sólo a futuros, para el ELN. Las  propuestas no alteran la esencia de lo acordado. Que el narcotráfico no será amnistiable; que, de delinquir tras la firma del Acuerdo se perderán los beneficios, son letra escrita en él. Así como la de velar por la integración de la guerrillerada a la vida civil. En un futuro, no podrá elegirse para corporaciones públicas a responsables de delitos de lesa humanidad. Sobre la suerte de los hoy elegidos de las Farc decidirá la JEP, al tenor de lo acordado en La Habana y refrendado por el Congreso y la Corte Constitucional. Como prescribe la ley, la erradicación de cultivos ilícitos será forzosa, aunque este Gobierno respetará los acuerdos de erradicación voluntaria. Anatema. En el CD se secreta babaza.

Y lenguas de fuego para quemar la carta  del Presidente a las Naciones Unidas en la que les pide extender un año más el trabajo de su Misión de Verificación de los Acuerdos con las Farc. Agradece Duque “el apoyo de las NU en el proceso de construcción de paz en Colombia, para lograr una implementación rápida del Acuerdo”. Viraje de 180 grados sobre la reiterada, descomedida hostilización del uribismo a ese organismo, al que ha llamado aliado de terroristas. Esta diferencia podrá ahondar grietas en el CD, pues toca puntos de honor tejidos en su guerra contra la paz y por asegurar la propia impunidad.

Si Duque tiene olfato y ojos para ver y oídos para oír el rumor que se avecina de marchantes en protesta contra la plutocracia que él quiere  montar sobre los hombros de las clases trabajadoras, comprenderá que la cruzada anticorrupción no será suficiente salvavidas. Que pretender equidad agudizando la inequidad en un país donde ya el 1% más adinerado acapara el 40% de la riqueza es juego diabólico y mendaz. Tendrá que pensar en el flaco bolsillo de las mayorías, mayorías con más voz y voto desde cuando se estrena un nuevo mapa político en Colombia. ¿Querrá el novel presidente transitar de su dilema entre lealtades y fisuras con el jefe hacia una propuesta más igualitaria y justa, que demanda tanto o más valor que la lucha contra la corrupción?

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