por Cristina de la Torre | Dic 20, 2011 | Modelo Político, Educación, Régimen político, Diciembre 2011
Tan acucioso el Procurador Ordóñez para defender la vida del feto aunque ello signifique la muerte de la madre; tan diligente para impugnar la devolución de dos niños que anhelan los cuidados de su padre adoptivo –el periodista estadounidense Chandler Burr, todo entrega y dedicación- por ser éste homosexual; pero tan lerdo para defender a los niños víctimas de violencia sexual en sus colegios. Acaso la retórica del derecho a la vida desde la concepción no le alcance para proteger la integridad de menores que, entre clase y clase, en colegios laicos y religiosos, públicos y privados, sufren acoso y hasta violación por sus superiores y maestros. Entre cientos de casos que la Procuraduría conoce, ésta sólo ha resuelto un número irrisorio. A diferencia de otros países donde este delito escandaliza y suscita la protesta en masa de la sociedad, en Colombia permanece oculto bajo una viscosa capa de silencio e impunidad.
La Defensoría del Pueblo y Women’s Link Worldwide abren decididas el debate sobre acoso, relaciones sexuales bajo coacción, abuso, chantaje y petición de favores sexuales a cambio de calificaciones escolares. Entre nosotros, la agresión resulta más extendida que en otros lares. Raza, edad, género, condición social, situación de desplazamiento y la guerra multiplican la violencia sexual contra infantes y adolescentes. Cuando encuentran ellos por fin manera de denunciar, los silencian. Y la justicia no llega. O tarda demasiado. Una minoría logra exámenes médico-legales a menores por presunto delito sexual en instituciones educativas. En 2009 se denunciaron 489 casos. De 208 quejas conocidas por la Procuraduría General, ésta ha resuelto apenas 32 casos, el 15.5%.
Todo parece conspirar en Colombia para mantener el fenómeno escondido en el cuarto de San Alejo. En primer lugar, se tiene por normal o tolerable el abuso sexual de profesores o directivos sobre los estudiantes. Es la institucionalización del abuso de poder y su extensión a todas las órbitas de la persona. En homenaje al concepto de que educar es dar rejo, muchos consideran que ese tipo de violencia forma el carácter (¡). Y que, en todo caso, el menor no estaría en condiciones de defenderse ni de invocar el respeto de sus derechos. Comprensible en un país donde la iniciación sexual de la mayoría de nuestras mujeres corre por cuenta de tíos, primos, vecinos, padrastros y hasta del padre carnal, que las violentan a menudo desde la infancia. Y a muchos niños también. Los colegios por su parte prefieren encubrir estos delitos para ahorrarse escándalos que desdoren su prestigio. Del desinterés de la Procuraduría, ni hablar. Circunstancias que se conjugan para arrojar “impunidad rampante”, justamente allí donde se forma a los niños para la vida en sociedad. Mónica Roa, luchadora por las mujeres y los niños, invita a respetar los derechos humanos en las instituciones educativas. Volmar Pérez, Defensor del Pueblo, insta a denunciar a los abusadores; y, a los organismos de control, a investigarlos y castigarlos como la ley manda.
Entre tanto, rectores ciegos ante el estropicio; obispos mudos ante la pederastia que es epidemia entre la clerecía católica; y el procurador Ordóñez (tocado en su indolencia de aureolas y crucifijos y rosarios y alitas de querubín) andarán cantando villancicos y elevando plegarias por navidad. Miles de niños, en cambio, contemplarán el pesebre sin alegría y de soslayo, abrumados bajo la carga de una culpa que es ajena. Que de otros era la ofensa al Niño Dios.
Adenda 1. Me sumo a la legión de amigos y discípulos del incomparable Álvaro Camacho, que lloran su muerte.
Adenda 2. Réquiem por El País que pierde a Ramiro Bejarano y, de paso, a Cecilia Orozco, baluartes de la opinión ndependiente.
Adenda 3. Por vacaciones, esta columna se reanudará el 17 de enero. ¡Feliz navidad a los lectores!
por Cristina de la Torre | Dic 13, 2011 | Modelo Económico, Internacional, Diciembre 2011
Dos caminos se han abierto para enfrentar la crisis económica de Europa: el de asfixiar a la gente con recortes draconianos de ingresos y de empleo para pagar la deuda pública al sistema financiero que provocó la hecatombe (como acaban de reafirmarlo en Bruselas los líderes de la Unión Europea). O bien, el de declarar cesación de pagos y meter en la cárcel a los banqueros y funcionarios promotores de la crisis (como lo hizo Islandia, en revolución pacífica celosamente silenciada por la prensa de Occidente). Dos caminos, con su respectivo nervio de interpretación: la mano invisible, por un lado, fatalidad de la naturaleza que subyace a la sentencia de Clinton “es la economía, estúpido”, para indicar la dinámica “inexorable” del mercado que todo lo justifica. Otros apuntan a la gula de encopetados dirigentes que disparan la deuda externa de los países con préstamos para financiar el exceso de importaciones, o con inversiones descabelladas de banqueros que se enriquecen con el dinero de la gente, o a manos de populistas manirrotos que arruinan a sus países. Angurria desatada en miseria y despojo de masas enteras, en lo que ya el derecho internacional registra como crímenes económicos contra la humanidad.
Islandia, ejemplo aleccionador, en vez de premiar a los banqueros artífices de la crisis, los está juzgando. Los que no huyeron, como Sigurdur Einarsson, quedaron entre rejas. La isla había sido literalmente saqueada por un puñado de banqueros, empresarios y políticos –informa El País de Madrid- En su desenfreno, los activos de los bancos llegaron a ser doce veces el valor del PIB, castillo de naipes que a un pastorejo se derrumbó. Movilizado el pueblo, forzó desde las calles y por referendo la renuncia en pleno del Gobierno, la nacionalización de la banca principal, la retención de todo pago a Inglaterra y Holanda y la redacción de una nueva Constitución que blindará a la nación contra los abusos del sistema financiero internacional. “Nos dijeron que si nos negábamos a (sus) condiciones nos convertirían en la Cuba del Norte (con bloqueo económico). Pero de haber aceptado, nos hubieran convertido en el Haití del Norte”, declaró su Presidente.
Ya Grecia se perfilaba como ficha primera de un efecto dominó que indignados de todas partes podrían activar. Después de siete huelgas generales y en la antesala de un referendo para negarse a pagar la deuda, Grecia parecía a punto para seguir los pasos de Islandia. Entonces Merkel estigmatizó en público al Primer Ministro, Papandreu, hasta obligar su renuncia. Pero nada dijo del origen de la crisis en ese país: el doloso ocultamiento de la verdadera cifra de endeudamiento externo, que no era el 3.4%, sino el 12.7% del PIB. Nada hicieron aquí las fuerzas inexorables de la naturaleza y mucho, en cambio, el silencio cómplice del banco Goldman Sachs. Las penurias y sacrificios que al pueblo griego se le impusieron desde septiembre, anunciaban la rudeza de las medidas que acompañan hoy la refundación de la Unión Europea: austeridad y control fiscal extremos, con evidente riesgo de provocar una verdadera crisis de producción; y la promesa incierta de que habrá fondos para refinanciar la deuda de sus miembros en dificultades.
Pan comido: ni democracia, ni solidaridad ni equidad. Aquí el pleito es entre deudores y acreedores, siempre empeñados éstos en vender bien sus mercaderías y en ganar también por financiar al comprador. Pero, codiciosos, se les va la mano y terminan matando a la gallina de los huevos de oro. Destaca Semana que la oposición y la prensa de todo el continente les recriminan a Merkel y Sarkozy la “falta de agallas” para enfrentar a los banqueros. La transformación de la eurozona le deja uña libre a la banca privada que, pese a la crisis, “no abandona su veneración al capitalismo salvaje”.
por Cristina de la Torre | Dic 8, 2011 | Modelo Económico en Colombia, Diciembre 2011
Un abismo separa aquí al discurso de la realidad. En ritual que se repite periódicamente desde hace décadas, hoy es Marta Lucía Ramírez quien reza la letanía de la industrialización, cuando el TLC ahoga el último aliento de nuestro potencial de desarrollo. Vocera de la Coalición para la Promoción de la Industria Colombiana, recomienda ella desarrollar una política industrial de nueva generación, base de un nuevo marco de planificación de la economía. Propone “cerrar la brecha de productividad” que nos separa de nuestros homólogos en los TLC; definir productos de exportación estratégicos a partir de los recursos naturales, de la biodiversidad y el potencial agroindustrial, pues hay que lograr “un sector productivo competitivo”. Pero la sana intención que la anima se estrella contra los hechos, fruto del andamiaje que desde 1991 montaron nuestros gobiernos para frustrar el desarrollo de una industria propia. Artífices directos de esta política fueron los ministros de Hacienda y de Comercio exterior –Juan Manuel Santos y la propia Ramírez, entre ellos- que le hurtaron al país una estructura exportadora. Culminó el ciclo Hernando José Gómez, “negociador” de un TLC que le cede todas las ventajas a la recia contraparte. Tratado que el actual ministro celebra con alborozo y, en su candidez, publicita la enseña de “comprar colombiano”. A posteriori. Cuando ya no ha lugar para prepararse y defenderse de una competencia arrolladora. Cuando ya la suerte está echada.
Sin apoyo a la industria, la apertura económica no podía resolverse a favor de las exportaciones –de nuestra producción nacional- sino de las importaciones –de mercaderías extranjeras-. La balanza comercial registra hoy un déficit que equivale al 5% de PIB, el más elevado de América Latina y uno de los mayores del mundo. En el nuevo modelo, los grandes conglomerados abandonaron la producción de bienes exportables, se dedicaron a importar, a los bienes raíces o a la banca. La experiencia de Cauchosol se extendió como pólvora: esta empresa de calzado cerró, pues prefirió importar botas del Brasil. Cientos de familias quedaron en la calle. Carlos Arturo Zuluaga, presidente de Asesco, declara sin rodeos que, por desgracia, con el TLC “la solución óptima pasa por convertirse en importador” (El Espectador, 13-6-11).
Con lógica impecable, invita la exministra a adaptarse a las condiciones del mercado mundial, donde prevalece el intercambio de manufacturas de alto valor agregado. Y a devolverle al Estado el liderazgo de la cosa económica. Aunque la nueva política industrial –dice- deberá evitar subsidios (a la empresa privada) que “generan un entorno proteccionista y poco competitivo”. Evoca los ejemplos de Corea y Brasil, sin reparar en dos factores que marcan una diferencia colosal con Colombia. Primero, esos países persistieron en su proceso de industrialización mientras el nuestro lo frenó y, más aún, se desindustrializó. En segundo lugar, sin protección del mercado nacional, sin subsidios y créditos de fomento industrial y agrícola, no hubieran despegado ni hubieran podido abrirse después al comercio mundial. En cambio Colombia clausuró el Instituto de Fomento Industrial (IFI), desmontó la intervención del Estado y abrió súbitamente su economía. Suprimió aranceles para las importaciones y subsidios a las exportaciones. Hoy cosechamos los resultados. La propuesta de Ramírez, si de buena fe, resulta extemporánea. Y es espejismo.
Una política de fomento industrial tendría que empezar por disolver los pactos que benefician al león y aplastan al ratón. Por renegociar el TLC o romperlo unilateralmente, pues amenaza convertirnos en protectorado de los EE.UU. Comenzaría por movilizar a la sociedad en torno a ese propósito. Desafío estratégico para Progresistas, la oposición de izquierda democrática en Colombia.
por Cristina de la Torre | Dic 4, 2011 | Izquierda, Personajes, Diciembre 2011
Contra viento y marea. Contra los radicalismos de izquierda y de derecha, se hizo Gustavo Petro, exguerrillero, con la Alcaldía de Bogotá, el segundo cargo en importancia después de la Presidencia de la República. Acontecimiento sin precedentes en el país más conservatizado de América Latina, donde todos los fanatismos se conjugan para apuntalar una Colombia inmóvil. Y este hombre, ángel para unos, demonio para otros; a la vez azote del latifundismo y admirador del dirigente conservador Álvaro Gómez, se ofrece ahora como esperanza de una izquierda moderna, mentis viviente de las Farc y, para los poderes consagrados, el rufián. Tímido al contacto personal, en la controversia de auditorio puede triunfar con una idea incendiaria musitada con un hilo de voz, y en la plaza pública arrebata multitudes. Meses y meses de días y noches enteros siguiendo la letra menuda de expedientes judiciales y, luego, su temeridad en debates parlamentarios que hicieron historia, lo consagraron como el denunciante irrebatible de la parapolítica cuando empezaban a aparecer cientos de fosas comunes de víctimas del paramilitarismo. Cuestionó a parientes del entonces presidente Uribe, se convirtió en su antagonista y su fama creció conforme se extendía la devoción hacia el Primer Mandatario. La crítica sin atenuantes de Petro a las guerrillas consolidó su prestigio y lo catapultó a la candidatura presidencial. La denuncia del llamado cartel de la contratación en Bogotá precipitó la ruptura con su propio partido, el Polo Democrático, y le significó la Alcaldía de la capital.
No es nueva la censura de Petro a la lucha armada. Desde 1985, cinco años antes de que el M19 (su guerrilla) firmara la paz, se entregó a defender en ella la alternativa de la desmovilización. Había palpado en La Picota el sufrimiento inútil de decenas de compañeros, y el suyo propio. También él había padecido torturas en las caballerizas del Ejército y pagado dos años de cárcel por portar un arma que nunca disparó. “Me fui a la tortura sabiendo que iba a ser papá – le dijo a Alonso Sánchez-; en la cárcel conocí a mi hijo Nicolás de nueve meses de nacido”. Pero en el empeño de paz pesaron más experiencias que definieron el horizonte de su política: así, la construcción en minga del Barrio Bolívar en Zipaquirá, juntando brazos para darse techo en una comunidad olvidada de todos. Todavía recuerdan allá al muchacho que trocaba su acento costeño por el rolo. Que devoraba en sus ratos libres a los clásicos griegos y a Marx, núcleo duro de la biblioteca paterna.
El padre era laureanista y lloró la muerte del Ché. ¿Vendrá de allí la que algunos perciben como ambivalencia ideológica de Petro? ¿O fue deslumbramiento con la embestida de Gómez contra “el régimen” cuando le arrebataron a Anapo el triunfo electoral en 1970, un suceso que dio origen al M19? El hecho es que Petro lo mismo propone reforma agraria integral (anatema para el conservadurismo) y arriesga el pellejo encarando a las mafias, que exalta al dirigente con quien el M19 cocinó buena parte de la Carta del 91. Se pregunta la opinión si su voto para elegir procurador a Ordóñez, conmilitón del laureanismo, nació de convicción política o fue un desliz. Petro se propone desarrollar su movimiento Progresistas juntando amigos de acá y de allá. Piensan muchos que del criterio con que escoja aliados dependerá que este líder fogueado en mil batallas multiplique y organice la oposición democrática a los poderes consagrados. Fuerza que él encarna hoy en Colombia. Si no lo sacrifica todo, su orgullo comprendido, a demostrar que no era tal rufián.