No todo es obsequiosa sumisión al bárbaro que blande el mazo contra Venezuela; también del peón recibe sus lecciones el imperio. Si el mote de castrochavista que la ultraderecha le acomodó en Colombia a la oposición democrática sentó tres veces a Uribe en el solio de Bolívar y fracturó la paz, el eficaz ardid aplicado al socialismo democrático que estalla en Estados Unidos podría reelegir a Trump. El coco de Venezuela despierta los fantasmas de la Guerra Fría, para repetir la decrépita cruzada contra el comunismo, en dos países donde éste es brizna en el huracán de la política. Cruzada mentirosa, porque no salva en ellos a la democracia, de un estalinismo imaginario, y sí trae, en cambio, aires de fascismo. Allá en el Norte, es reacción de la caverna contra el sorpresivo renacer del socialismo democrático que evoca el New Deal que Roosevelt entronizó en los años 30 y devino Estado de bienestar.
La última encuesta de Public Policy Polling le da al socialista Sanders (léase liberal de izquierda) 51% de intención de voto, contra 41% a Trump; 63% de los jóvenes se declaran allá socialistas y anticapitalistas. Pero el mono deforma la realidad ideológica y presenta a la socialdemocracia como comunismo. Truco de alto impacto en el electorado de La Florida, decisivo en elección de presidente, cuyo componente latino es anticastrista de nación y ahora, por extensión, enemigo del castrochavismo. Nada nuevo. Ya el teórico Friedrich Hayek asociaba socialdemocracia con comunismo totalitario, acaso en respuesta al clamoroso espectáculo del New Deal. Batiéndose por la economía de mercado, reafirmaría sus tesis en los 70, para dar soporte a la Escuela de Chicago que trazó la ruta del neoliberalismo.
Como se sabe, también el modelo de Roosevelt es economía de mercado pero con impuesto progresivo y sólida política social. Pasó del énfasis en el capitalismo individualista al Estado redistributivo, con regulación de la economía y pleno empleo. La igualdad ante la ley se acompañó ahora de seguridad social y económica. Para Roosevelt la supervivencia del capitalismo dependía también de la planificación económica, pues la crisis del sistema resultaba del abuso de la libertad de empresa. Adaptó formas del socialismo al capitalismo, y éste evolucionó de un sistema de explotación sin escrúpulos a otro de responsabilidad social.
Mas no todos estaban conformes. Explica Hayek en 1976 que cuando escribió Camino de Servidumbre, 32 años atrás, socialismo significaba nacionalización de los medios de producción y planificación económica centralizada. Que éste se resuelve ahora en una profunda redistribución de las rentas a través de los impuestos y del Estado de bienestar. Pero cree que “el resultado final tiende a ser exactamente el mismo”. Postulado acomodaticio, pasa por alto diferencias de naturaleza que separan a los dos modelos. Más aun cuando asevera que “la planificación conduce a la dictadura (porque contraviene) la naturaleza esencialmente individualista de la civilización occidental”. Como si fueran iguales la planeación coactiva de la Rusia soviética y la planeación indicativa del Occidente industrializado.
Aunque riñe con la realidad y legitima la modalidad más cerril de capitalismo, la razonada disertación de Hayek se vuelve caricatura en las torvas manos de un Trump o de algún presidente eterno en banana republic. Y la plutocracia ahí, empachada, la mira puesta en el petróleo de Venezuela. Abortada la ayuda “humanitaria”, se congratulará Trump, sólo queda la intervención militar contra la dictadura castrochavista. ¡Se me apareció la virgen, pensará; reelección asegurada! Hasta cuando empiece a llamar castrochavistas a los millones de norteamericanos que no le marchan. Porque tienen clara la diferencia entre dictadura estalinista y un New Deal para el siglo XXI.