¡Como si nos faltaran muertos! Indignada porque Santos redujo el porte de armas de fuego por civiles de 400.000 a 6.000, lanza María Fernanda Cabal un proyecto de ley para rearmar a la ciudadanía, dizque en ejercicio de legítima defensa. En un país que ocupa rangos de honor en muertes por arma de fuego y resuelve a bala sus disputas políticas, la iniciativa ofrece todas las garantías de evolucionar a Convivir urbanas. Concebidas para fortalecer la seguridad en el campo, pronto se asociaron éstas al paramilitarismo. Así como autodefensas que surgieron contra el secuestro y la extorsión de las guerrillas se transformaron en ejércitos sanguinarios del narcotráfico, de terratenientes y políticos que bajo el ala de la guerra contrainsurgente usurparon la tierra ajena y el poder local. Expediente luctuoso del uribismo: civiles armados, Convivir y Autodefensas suplantan al Estado para configurar el modelo paramilitar de seguridad ciudadana.
Jorge Iván Ospina, alcalde de Cali, propuso responder a la criminalidad en la ciudad con brigadas de seguridad ciudadana. Dada la “limitada capacidad resolutiva del Gobierno”, su iniciativa podrá inducir el ejercicio de la justicia por mano propia. Armada. A la María Fernanda. Para escurrirle el bulto a la más elemental evidencia estadística: la directa correlación entre hambre e inseguridad. Para escamotear toda referencia a Estado de derecho, a justicia, a inversión social.
En idéntica dinámica se matriculó Duque al anunciar la creación de una red de un millón de informantes civiles (¿cuántos armados?) contra los vándalos, por la familia y la propiedad; con auspicio de las agencias de seguridad privada que aportarían un pie de fuerza de 280.000 efectivos, oferta que el mandatario contempló entusiasta. Renunciaba el Estado de nuevo al monopolio de la seguridad y de la fuerza, en favor de organizaciones que evocan las tenebrosas Convivir.
En sentencia de 2013 contra el jefe paramilitar HH, el Tribunal Superior de Bogotá recuerda que en 1994 amparó el Estado la formación de estructuras de informantes civiles autorizados para portar armas de la Fuerza Pública y dar seguridad en zonas de conflicto. 529 cooperativas se crearon, muchas en cabeza de jefes paramilitares: Mancuso comandó la Convivir Horizonte, Monoleche la de Abibe. La mayoría refrendadas por el gobernador de Antioquia. Las Convivir, dice el Tribunal, se convirtieron en pieza clave para la expansión del paramilitarismo. Según la magistrada Teresa Jiménez, en esos espacios “se concertaron las primeras alianzas entre estos ejércitos privados, la clase política local, miembros de la fuerza pública” y empresas privadas.
Entre las autodefensas que surgieron como reacción a la agresión de las guerrillas, el Bloque Metro. Éste habría nacido en la hacienda Guacharacas, de propiedad de la familia Uribe Vélez, tras el robo de 600 cabezas de ganado y el incendio de la casa por guerrilleros del ELN. Como otras autodefensas, ésta del Bloque Metro saltó de estructura de seguridad a ejército paramilitar autor de crímenes inauditos que empezaban por el descuartizamiento de hombres vivos, cuyas técnicas se enseñaban en sus escuelas de entrenamiento. Luego recibían las armas de su comandante Doblecero y, éste, de efectivos de las Fuerzas Militares, según el Tribunal Superior de Medellín.
Legítima defensa y seguridad convertidas en bala venteada, en abierto desafío al Estado social de derecho. Cuando al entonces gobernador del Valle, Germán Villegas, lo tentaron con las Convivir, dijo: “No las crearé porque existe un peligro en el desbordamiento de sus acciones y porque creo firmemente que el monopolio de las armas debe estar en manos del Estado”. Civiles armados, Convivir y Autodefensas han tributado en abundancia al modelo violento que desangra a Colombia.

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